Este blog tiene una doble función: por un lado, me gustaría que me sirviese a mi de aprendizaje. Por otro, trato de compartir algunos conocimientos relacionados con los perros para quien le pueda interesar.

No pretende ser una guía canina ni es rigurosamente científico, se trata de simplificar conceptos y transmitirlos de una forma amena para quien no esté familiarizado con este mundillo.

domingo, 22 de febrero de 2015

Quién conoce a quién

La semana pasada se publicó, por primera vez, un estudio desde la Universidad de Veterinaria de Viena, Austria, donde se demostraba que los perros pueden identificar las expresiones faciales de los humanos y asociarlas a estados de ánimo.

Sé que todos los que tengáis perro pensaréis que esto no es nada nuevo, nuestro perros saben de sobra si estamos felices, tristes, tranquilos o estresados. Sin embargo, creo que -como dueños de perros- muchas veces no somos conscientes de toda la información que tienen nuestros perros sobre nosotros a través de nuestro lenguaje no verbal.

Los perros son grandes observadores y nos conocen mejor que nosotros mismos. Pueden percibir si hemos tenido un buen o mal día en función al ruido que hagamos al dejar las llaves en la entrada. Para ellos son evidentes algunas cosas que a nosotros se nos pasan por alto, como la brusquedad en nuestros movimientos, el tono de nuestra voz, un tic nervioso, o nuestra frecuencia cardíaca.

Recuerdo que Carlota, la madre de mis perras, movía el rabo con entusiasmo cada vez que su dueño sonreía. Era increíble, nunca he vuelto a ver nada igual. Ella, como los perros de este estudio, sabía que el hecho de que su dueño mostrase sus dientes era algo positivo que solía conllevar una caricia, o un paseo, o una galleta.

Por la misma regla de tres, los perros identifican al instante cuándo no estamos contentos. Por eso, el cachorro que está aprendiendo a quedarse solo en casa echa las orejas para atrás y adopta una posición sumisa, que nosotros llamamos "cara de culpabilidad" cuando entramos por la puerta y vemos que se ha comido su cesta, o se ha hecho caca en el pasillo, o ha mordido el sofá... o todo a la vez. No es que ellos "sepan". O, mejor dicho, no saben exactamente lo que nosotros creemos. Ellos no saben el motivo de nuestro enfado pero, según nos ven, son perfectamente conscientes de que estamos enfadados. Si, además, algún día hemos puesto esa cara y les hemos regañado o gritado, o repetido aquello de "¿¿¿quién ha hecho esto???", ellos temen que volvamos a reaccionar así y de ahí que su respuesta sea la más sumisa posible.

Algunos gestos de sumisión habituales en los perros son las orejas orientadas hacia atrás o incluso pegadas a la cabeza, la cola baja o entre las patas, la cabeza agachada, los ojos entreabiertos o cerrados... Desvían la mirada e intentan hacerse lo más pequeños posible. Pero no, no es porque se sientan culpables... lo que sienten es puro miedo.

"Denver, the guilty dog" fue, hace un par de años, todo un fenómeno en YouTube, con más de cuarenta millones de visitas. En el vídeo (podéis verlo aquí) se ve cómo el dueño de Denver y Macy encuentra una bolsita de galletas de gato mordisqueada y busca al culpable. Primero le enseña la bolsita a Macy, una Golden Retriever entrada en años que no parece inmutarse con la acusación. Sin embargo, en el momento en el que la cámara enfoca a Denver, un Labrador mucho más joven, se "percibe" su culpabilidad. ¿Por qué? porque Denver está en un rincón, encogido, moviendo tímidamente el rabo y con cara de cordero degollado. Y, cuantas más veces su dueño le pregunta si fue él quien lo hizo, más dramática es su expresión.

No dudo de la culpabilidad de Denver (yo también he tenido Labradores y no tienen fondo... ¡por supuesto que se lo comió él!), pero Denver no reacciona así por saberse culpable. Reacciona así porque identifica la frase que le está diciendo su dueño, su tono de voz y su lenguaje no verbal como preámbulo de un castigo posterior. Y el perro se estresa tanto que llega a enseñar los dientes, cosa que a mi me preocuparía porque, en los perros, el miedo -llevado a un extremo- es el principal detonante de una agresión.

Aclaro una cosa: no es que crea que el dueño de Denver maltrate a su perro. O, al menos, no de una forma consciente. Denver en este video pasa un mal rato porque se siente amenazado por su dueño sin saber por qué, pero los seres humanos siempre nos creemos el centro del universo y pensamos que nuestras reacciones son aplicables a todas las especies. Pero no, en este caso, tu perro y tú no estáis exactamente igual de programados. Así que, si ves que te la ha liado durante tu ausencia y no le has pillado "con las manos en la masa", ahórrate el drama, simplemente recoge el desastre e ignórale mientras tanto.

Humanizar a tu perro no es sólo meterle en tu cama o ponerle un anorak los días de frío... humanizarle es dar por hecho que responde física y emocionalmente igual que un ser humano. Es pensar que disfruta, como tú, cuando le dan un abrazo. Es dar por sentado que te echa de menos si faltas. Es estar convencido de que le gusta una canción porque "canta" (aúlla) cuando ésta suena. Es pensar que tiene remordimientos o que siente rencor... Pues bien, tengo malas y buenas noticias al respecto: la mala es que no, la inteligencia de tu perro no es tan avanzada y para todas esas reacciones que tú consideras "humanas", hay una explicación mucho más primitiva, mucho más simple. La buena noticia es que tu perro no será tan listo como una persona, pero -en su sencillez- es mil veces "mejor persona" que tú.



1 comentario:

  1. La mayoría de reacciones de los peludos hacía nosotros son un simple condicionamiento, al igual que en el proceso de adiestramiento.

    Cuando tú perro te ve triste y se acerca para que le acaricies, no es que esté empatizando con tú situación y vaya a darte un lomo sobre el que llorar, simplemente repite un patrón; como le gusta que le acaricien, aprovecha ese momento porque siempre que se da esa situación y se acerca, recibe caricias.
    Realmente no se preocupa por ti, te está adiestrando él a ti. Esclavo acaríciame la tripa!

    El contacto físico y emocional, la necesidad de apoyo psicológico y que alguien se acerque a recibirnos cuando llegamos, es una necesidad humana. Necesitamos sentirnos queridos, importantes y que se reconozca nuestra labor como buenos dueños, pero la extrapolamos a ellos y creamos pequeños (o no tan pequeños) tiranos de 4 patas.

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