Este blog tiene una doble función: por un lado, me gustaría que me sirviese a mi de aprendizaje. Por otro, trato de compartir algunos conocimientos relacionados con los perros para quien le pueda interesar.

No pretende ser una guía canina ni es rigurosamente científico, se trata de simplificar conceptos y transmitirlos de una forma amena para quien no esté familiarizado con este mundillo.

martes, 30 de julio de 2013

La gula "perronificada"


Que tu perra, de más de 10 años de edad, haga una trastada, te deja descolocado. Pero así es Berta: puede ser la perra más buena del mundo 364 días al año pero, un día, te confías y -¡ZAS!- te la lía. 
Berta byn
Con esta pinta de buena, ¿quién podría sospechar?
Cuando tienes un cachorro, estás preparado para lo que venga: muebles mordidos, zapatillas y calcetines destrozados, hoyos en el jardín, paredes arañadas, indigestión por haberse comido el mando a distancia... lo que sea. Siempre digo que la mejor forma de obligarse a tener la casa perfectamente ordenada es teniendo un cachorro: cualquier cosa que dejes de recoger es una posible víctima de sus colmillos.
Pero cuando ves que el animalito va madurando, comienzas a hacer concesiones. Primero, ves que el teléfono móvil sigue en su sitio a pesar de que lo has dejado en la mesita, a su alcance, y te llevas una alegría monumental. Luego, comienzas con otras pequeñas cosas: unos zapatos en la entrada, la barra del pan sobre la encimera... La mayoría de los perros, después de recibir la educación necesaria para ser cívicos, terminan perdiendo el interés en lo que no es suyo y, al final, tu confianza es total.
Pero Berta es distinta, ella no ha dejado de ser una cachorra, aunque ya sea miembro del club de la tercera edad. Es tan obediente, tan dulce, tan educada, tan respetuosa... que se te olvida que tiene un punto débil: la comida. Y un día, dejas inocentemente unos bollos en la encimera de la cocina, como tantas otras veces que no ha pasado nada... y adiós bollos.
Ayer, las bajas fueron 4 tortas de aceite Inés Rosales y calculamos que unas 8 magdalenas. Berta, a pesar de estar recién desayunada, aprovechó nuestra ausencia para comerse todos los bollos prohibidos, no dejó ni los envoltorios.
Volvemos a no fiarnos de ella: ahora mismo, el pan, las medicinas, las galletas... todo está guardado fuera de su alcance. Sé que ella este verano ya no lo volverá a hacer. Esperará, paciente, meses, años si hace falta, hasta que vea que volvemos a confiarnos, a dar por hecho que ya no lo hará nunca más, que sólo es una "abuela" inofensiva... y entonces, estoy segura, volverá a liarla.

 "La confianza es la madre del descuido" - Baltasar Gracián

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