Este blog tiene una doble función: por un lado, me gustaría que me sirviese a mi de aprendizaje. Por otro, trato de compartir algunos conocimientos relacionados con los perros para quien le pueda interesar.

No pretende ser una guía canina ni es rigurosamente científico, se trata de simplificar conceptos y transmitirlos de una forma amena para quien no esté familiarizado con este mundillo.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Speed dating... canino

Llevo algo más de año y medio siendo voluntaria del refugio Humane Society of Greater Miami. Durante ese tiempo, he sido partícipe de eventos dentro y fuera del refugio, he seguido personalmente varias adopciones fructíferas y otras tantas fallidas y hasta yo misma he adoptado un perro. Pero, sobre todo, durante este tiempo, me he encargado en el refugio de los perros más grandes. De los perros que pesan más de 60 kg y otros voluntarios no los sacan de paseo porque no pueden con ellos o les tienen miedo. He descubierto que, si me siento en el suelo de la habitación del perro con más cara de fiero y le rasco la tripa, las familias adoptantes que van pasando a través del cristal, en vez de acelerar el paso, se paran a mirar. Y, si me ven cómo estoy educando a un American Bulldog del tamaño de un oso polar y el perro ya sabe hacer "sit", es hasta probable que pidan conocerle.

En el refugio saben de mi "especialidad" y los coordinadores siempre me piden que me encargue de los más grandes. Han puesto carteles en algunas habitaciones donde pone "Cuidado, sólo voluntarios experimentados" y me han hecho saber que yo sí puedo entrar. Según entro por la puerta, me suelen comentar si hay algún perro grande nuevo que necesite urgentemente salir. A algunos hay que ponerles un arnés especial o sacarles por una determinada puerta. No hay problema. Yo me encargo.
Yo disfruto con esto. 

Y hoy he disfrutado más todavía, porque -por primera vez- han confiado en mi para las "presentaciones". Los voluntarios no están autorizados a hacer esto. Se trata de presentar a dos perros para ver si son compatibles y pueden compartir habitación. Con los pequeños, esto es fácil. Pero, con los grandes, es arriesgado. Si se atacan, habrá que curarles las heridas que se hagan, y el refugio tendrá que correr con más gastos veterinarios. Por eso, se les presenta con cuidado. A la izquierda, el campeón de los pesos pesados Gran Danés cruzado con Pitbull. A la derecha, el formidable cruce de Labrador con genes de Bull Terrier. Cada uno con una correa, primero hay que dejar que se huelan. Si dan vueltas, tú das vueltas con ellos, porque no puedes perder el control de su correa y dejar que se enreden. Si se atacan, sucederá todo en un instante, hay que ser rápidos. Pero, afortunadamente, los perros dan muchas señales antes de morder: se ponen en tensión, se huelen mutuamente la cara, les cambia la expresión, levantan la cola y el cuello, se preparan. Sólo hay que ser observador para evitar un drama. 

Hemos conseguido hacer varias parejas a través de esta técnica de "speed dating" canina y, recolocando a los perros, podemos dejar más habitaciones para otros perros que no toleran compañía.

Los perros, por naturaleza, son sociables con humanos y con otros perros. Pero, para reformular esta frase en "son sociables con TODOS los humanos y TODOS los otros perros" se necesita pasar por un proceso de socialización desde cachorros al que, por desgracia, casi ningún animal doméstico se somete en la vida real.

El cachorro, para empezar, debería estar con su madre y sus hermanos durante sus primeros meses de vida. Si quieres comprar un perro y te ofrecen dártelo con 4 semanas, desconfía de ese criador. Un cachorro no debería ser separado de su camada hasta las 8-10 semanas de vida, mínimo.

Ese cachorro, además, tendría que entrar en contacto en su primer año de vida con todo tipo de personas. De todas las edades y razas. Hay quien dice que su perro "es racista" porque ladra a los negros. Los perros no son racistas, simplemente ladran a lo desconocido. Mi perra Prechel ladró sin parar la primera vez que vio a una señora en silla de ruedas eléctrica. Su forma de moverse, deslizándose, la descolocó. Es normal. Simplemente, basta con mostrarles que no pasa nada.

Pero, volviendo al tema de las presentaciones entre perros, es importante darles la importancia que merecen. A pesar de que dos perros que se han peleado pueden terminar siendo amigos -los perros viven el momento, no guardan rencor como los humanos- es importante que nos aseguremos, a la hora de meter un perro nuevo en casa, que el perro "viejo" lo acepta y le cae bien. Hemos de asegurarnos de que comienzan su amistad con buen pie, sobre todo si hablamos de dos perros adultos.

 Hay perros dominantes y perros sumisos, y todos ellos tienen una energía distinta. No siempre la combinación "macho y hembra" evita peleas. Hay hembras muy dominantes que no estarán conformes hasta que no quede claro quien manda en casa. No por ser de la misma raza, serán más afines. No por ser familia -a no ser que se hayan criado juntos varios años- serán íntimos según se vean. No hay una fórmula perfecta. 

Te recomiendo que las presentaciones siempre las hagas en terreno neutral y con los perros lo más tranquilos posible por separado (después de una caminata, por ejemplo). No tenses la correa cuando se estén oliendo. Relájate, ellos perciben si la situación te estresa. Pasea con ellos juntos de la correa antes de meteros todos en casa. Supervisa siempre las comidas cerca el uno del otro y, sobre todo, observa quién es el jefe de quién.

No existe la democracia en el mundo animal. Si tienes varios perros, cada uno ocupará un cargo en el escalafón jerárquico. Es una jerarquía que deciden entre ellos. Se montarán, se intentarán dominar, parecerá que están jugando al "pressing catch". Tú, como dueño, lo único que puedes hacer es dejarles claro que, por encima de ellos, siempre estarás tú, así que -si el "pressing catch" se sube de tono- bastará con una voz tuya para separarlos. Es importante que tengas claro quién es tu perro más dominante y cuál el más sumiso y que no vayas a contracorriente de esta jerarquía.

En armonía, dos perros son significativamente mejor que uno. Serán un gran apoyo el uno para el otro. Se harán mucha compañía. Les permitirá ser "más perros" y "menos humanos". En el refugio, a los perros más sociables el tener un compañero de habitación les calma, les entretiene y les ayuda a no ponerse tan ansiosos.

Tan sólo hace falta encontrarles un compañero de juegos con el que sean afines. Cuyo nivel de energía sea similar. Y así, el Gran Danés cruzado con Pit Bull y el Labrador con genes de Bull Terrier terminarán durmiendo juntos la siesta. Y la gente, cuando vea cómo les estoy acariciando la tripa a dos manos, quizá se paren frente al cristal y, quién sabe, puede que les llegue su oportunidad.








miércoles, 22 de julio de 2015

Truco y trato

El otro día, hablando con un compañero a quien ayudé a elegir qué perro adoptar hace mes y medio, me preguntó: "¿Y tu Pancho ya sabe hacer algún truco?". Cuando le enumeré las cosas que había ido enseñando a Pancho desde que lo adopté, hace poco más de medio año, él se quedó realmente sorprendido. Y yo también, la verdad, no me había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que nos ha cundido.

Porque, a lo tonto, resulta que Pancho ya sabe (más o menos decentemente) sentarse, tumbarse, dar la pata, la otra pata, sabe hacer la croqueta, sabe caminar al lado con y sin la correa, sabe esperar sentado antes de cruzar la calle, sabe quedarse quieto donde le diga hasta que vuelva, sabe venir cuando le llamo, sabe subir al sofá, sabe bajar del sofá, sabe irse a la cesta y tiene muy claro que ahí, en la cesta, es donde tiene que tumbarse cada vez que yo me pongo a comer, y no puede moverse hasta que yo no recojo mis platos.

Pancho ayer, esperando a que vuelva


Pancho no sabe todas esas cosas porque sea muy listo, ni porque yo sea especialmente buena educando perros. Tampoco ninguna de esas órdenes son fundamentales. Es decir, que Pancho podría vivir conmigo y ser un perro fantástico también sin saber ninguno de esos trucos. El perro que sabe dar la pata no es mejor que el que no lo sabe. Aparentemente, no vale de nada que tu perro sepa hacerse el muerto, o que le digas "¡Habla!" y suelte dos ladridos.

Porque la orden es lo de menos. Da igual lo que te propongas enseñarle a tu perro, lo que es realmente importante es el acto de enseñarle algo. Porque, verás, a los perros no hay cosa que más les guste que aprender a hacer cosas: siempre hay galletas, juguetes o caricias de por medio. Para tu perro, aprender significa jugar y, lo que es más importante, tener toda tu atención.

Para ti, también es muy útil porque, al enseñar cualquier cosa a tu perro, estás reforzando tu papel de líder. Podemos querer muchísimo a nuestros perros, podemos considerarlos nuestros hijos, pero un perro estable y feliz necesita un jefe para seguir siendo estable y feliz... Y ese jefe eres tú. Por tanto, que se note. Como jefe que eres, tú mandas y él obedece. Encantado, además.

Cinco o diez minutos al día bastan. Mientras juegas con él en casa, o durante el paseo. Escoge como recompensa aquello que más le guste: la pelota, un muñeco, galletas... y nunca dejes el ejercicio a medias, siempre ha de terminar bien. Los perros pueden ser muy cabezotas, quizá tengas que demostrar que tú lo eres más que ellos. Pero no desesperes, no olvides que el objetivo es divertirte y recuerda siempre que el refuerzo positivo es infinitamente más eficaz que cualquier tipo de castigo.

Ponte metas asequibles. Decide qué quieres enseñar a tu perro y ve de lo más fácil a lo más difícil. Si no sabes por dónde empezar a enseñarle algo, siempre puedes recurrir a los tutoriales de YouTube. No te impacientes, cada truco requiere su tiempo y, según cada perro, un número diferente de repeticiones. Y, muy importante, intenta aprovechar sus propias aptitudes e instintos más agudizados. Si ves que tu perro jamás salta, no intentes enseñarle que salte a la orden. Sin embargo, si tu perro da brincos cada vez que se entusiasma, será sencillo premiarle cuando lo haga y conseguir, así, que termine saltando cuando tú se lo ordenes.

Un perro que sabe trucos puede no ser mejor perro que el que no los sabe, pero el vínculo con su dueño será mucho más fuerte. Además, los trucos son la antesala de la obediencia, ya que una vez aprendido el primero, tu perro querrá aprender más. No importa la edad, la estimulación mental es siempre necesaria para que tu perro sea feliz. Y tú sonreirás cada vez que, con cara de máxima concentración, te dé la pata. O gire sobre sí mismo, o pase entre tus piernas, o te traiga el juguete y lo suelte en tu mano. Está en la naturaleza del perro querer complacer a su familia humana: lo único que necesitan saber es qué queremos que hagan.



domingo, 22 de febrero de 2015

Quién conoce a quién

La semana pasada se publicó, por primera vez, un estudio desde la Universidad de Veterinaria de Viena, Austria, donde se demostraba que los perros pueden identificar las expresiones faciales de los humanos y asociarlas a estados de ánimo.

Sé que todos los que tengáis perro pensaréis que esto no es nada nuevo, nuestro perros saben de sobra si estamos felices, tristes, tranquilos o estresados. Sin embargo, creo que -como dueños de perros- muchas veces no somos conscientes de toda la información que tienen nuestros perros sobre nosotros a través de nuestro lenguaje no verbal.

Los perros son grandes observadores y nos conocen mejor que nosotros mismos. Pueden percibir si hemos tenido un buen o mal día en función al ruido que hagamos al dejar las llaves en la entrada. Para ellos son evidentes algunas cosas que a nosotros se nos pasan por alto, como la brusquedad en nuestros movimientos, el tono de nuestra voz, un tic nervioso, o nuestra frecuencia cardíaca.

Recuerdo que Carlota, la madre de mis perras, movía el rabo con entusiasmo cada vez que su dueño sonreía. Era increíble, nunca he vuelto a ver nada igual. Ella, como los perros de este estudio, sabía que el hecho de que su dueño mostrase sus dientes era algo positivo que solía conllevar una caricia, o un paseo, o una galleta.

Por la misma regla de tres, los perros identifican al instante cuándo no estamos contentos. Por eso, el cachorro que está aprendiendo a quedarse solo en casa echa las orejas para atrás y adopta una posición sumisa, que nosotros llamamos "cara de culpabilidad" cuando entramos por la puerta y vemos que se ha comido su cesta, o se ha hecho caca en el pasillo, o ha mordido el sofá... o todo a la vez. No es que ellos "sepan". O, mejor dicho, no saben exactamente lo que nosotros creemos. Ellos no saben el motivo de nuestro enfado pero, según nos ven, son perfectamente conscientes de que estamos enfadados. Si, además, algún día hemos puesto esa cara y les hemos regañado o gritado, o repetido aquello de "¿¿¿quién ha hecho esto???", ellos temen que volvamos a reaccionar así y de ahí que su respuesta sea la más sumisa posible.

Algunos gestos de sumisión habituales en los perros son las orejas orientadas hacia atrás o incluso pegadas a la cabeza, la cola baja o entre las patas, la cabeza agachada, los ojos entreabiertos o cerrados... Desvían la mirada e intentan hacerse lo más pequeños posible. Pero no, no es porque se sientan culpables... lo que sienten es puro miedo.

"Denver, the guilty dog" fue, hace un par de años, todo un fenómeno en YouTube, con más de cuarenta millones de visitas. En el vídeo (podéis verlo aquí) se ve cómo el dueño de Denver y Macy encuentra una bolsita de galletas de gato mordisqueada y busca al culpable. Primero le enseña la bolsita a Macy, una Golden Retriever entrada en años que no parece inmutarse con la acusación. Sin embargo, en el momento en el que la cámara enfoca a Denver, un Labrador mucho más joven, se "percibe" su culpabilidad. ¿Por qué? porque Denver está en un rincón, encogido, moviendo tímidamente el rabo y con cara de cordero degollado. Y, cuantas más veces su dueño le pregunta si fue él quien lo hizo, más dramática es su expresión.

No dudo de la culpabilidad de Denver (yo también he tenido Labradores y no tienen fondo... ¡por supuesto que se lo comió él!), pero Denver no reacciona así por saberse culpable. Reacciona así porque identifica la frase que le está diciendo su dueño, su tono de voz y su lenguaje no verbal como preámbulo de un castigo posterior. Y el perro se estresa tanto que llega a enseñar los dientes, cosa que a mi me preocuparía porque, en los perros, el miedo -llevado a un extremo- es el principal detonante de una agresión.

Aclaro una cosa: no es que crea que el dueño de Denver maltrate a su perro. O, al menos, no de una forma consciente. Denver en este video pasa un mal rato porque se siente amenazado por su dueño sin saber por qué, pero los seres humanos siempre nos creemos el centro del universo y pensamos que nuestras reacciones son aplicables a todas las especies. Pero no, en este caso, tu perro y tú no estáis exactamente igual de programados. Así que, si ves que te la ha liado durante tu ausencia y no le has pillado "con las manos en la masa", ahórrate el drama, simplemente recoge el desastre e ignórale mientras tanto.

Humanizar a tu perro no es sólo meterle en tu cama o ponerle un anorak los días de frío... humanizarle es dar por hecho que responde física y emocionalmente igual que un ser humano. Es pensar que disfruta, como tú, cuando le dan un abrazo. Es dar por sentado que te echa de menos si faltas. Es estar convencido de que le gusta una canción porque "canta" (aúlla) cuando ésta suena. Es pensar que tiene remordimientos o que siente rencor... Pues bien, tengo malas y buenas noticias al respecto: la mala es que no, la inteligencia de tu perro no es tan avanzada y para todas esas reacciones que tú consideras "humanas", hay una explicación mucho más primitiva, mucho más simple. La buena noticia es que tu perro no será tan listo como una persona, pero -en su sencillez- es mil veces "mejor persona" que tú.



domingo, 18 de enero de 2015

Finales felices

Ayer fui con Pancho a un parque de perros cercano a mi casa y ocurrió algo mágico: reconocí a dos perrillos de la Humane Society of Greater Miami a los que cuidé siendo voluntaria y que ahora ya tienen una casa. Hablé con sus dueños y sí, efectivamente, eran ellos. Y no sé a quién se veía más feliz, si a los perros o a los dueños con ellos.

Es increíble cómo pueden cambiar los perros del refugio cuando se reintegran en la sociedad y vuelven a sentirse parte de una manada. Colaborando allí me terminé dando cuenta de que los perros dentro de una perrera se comportan como si estuviesen en una cárcel: están en modo de supervivencia y dejan de ser, en parte, ellos mismos. Hay perros tímidos que, una vez adoptados, se vuelven extrovertidos. La mayoría de ellos se vuelven agresivos con sus congéneres durante su estancia en la perrera, ya que se disputan constantemente con ellos la comida, la atención de los voluntarios y de los visitantes a través del cristal. Hay perros que no se encuentran bien: perros que aún se están recuperando de una lesión o de una cirugía que les salvó la vida. Hay perros que enseñan los dientes a aquellos que dan golpecitos en el cristal para llamar su atención, porque están hartos de que los humanos hagan eso y no entren con ellos a jugar. Existen también perros que no comen, que sólo duermen y no quieren saber nada de nadie, porque están deprimidos por estar allí. Da a esos perros una casa, un sofá y unos mimos y verás florecer en ellos la felicidad.

Pancho también comienza a sonreír

Hank, uno de los perros que reconocí en el parque ayer, en el refugio tenía carita de circunstancias pero ahora es un perro feliz y tiene de "hermano" a un gato. Sussy, la American Bulldog maltratada y deprimida a la que vi volver al refugio después de haber sido adoptada por una familia que no la cuidó en absoluto, ahora disfruta de su nuevo dueño y deja que su "hermano" Chihuahua trepe a su lomo para dormirse encima, a pesar de que en el refugio tenía que estar aislada por ser agresiva con otros perros.

Con Hank, antes de que fuera adoptado

Mi amiga Clara me ha enviado hoy precisamente este link donde podréis ver algunos ejemplos de perros que se nota a simple vista que son felices después de ser adoptados... y Rosario, un par de días antes, me mandó este link también, donde se cuenta la historia de Gluta: una perra callejera tailandesa que tuvo la suerte de ser rescatada por alguien dispuesto a alimentarla, cuidarla, quererla y proporcionarle tratamiento veterinario para curarle un cáncer. Lógicamente, ahora es feliz y su dueño, que ha tomado millones de fotos y vídeos de los progresos de Gluta, le ha hecho un perfil de Facebook, un canal de YouTube y hasta ha publicado un libro con todo el proceso.

Según él, Gluta es hoy "la perra más feliz del mundo". Y, viendo las fotos, yo estoy de acuerdo.

La felicidad perruna de Gluta



lunes, 12 de enero de 2015

El "novamás" en Parques

Mi reciente adopción de Pancho, un cruce de Jack Russell Terrier y Teckel en el refugio donde hago voluntariado, me ha abierto las puertas al maravilloso mundo canino en Miami. Desde hace un par de semanas, este perrillo y yo nos hacemos mutua compañía, nos vamos conociendo y disfrutando.

Este es Pancho

Pancho es un perro adulto y, como tal, tiene un pasado que nunca sabremos. Por tanto, he de llenarme de paciencia y perseverancia para conseguir sacar de él lo mejor y que olvide, lo antes posible, lo mal que lo ha pasado antes. No es fácil, ni para él ni para mi. Como su principal problema es que no está correctamente socializado y tiene muchos miedos, he decidido hacer terapia intensiva juntos yendo a lugares transitados para que interactúe con mucha gente y muchos perros. 

Ayer, por tanto, Pancho y yo fuimos, por primera vez, a un parque de perros en Miami: el Trails and Tails del barrio de Doral. Pancho parecía contento con la excursión pero a mi casi se me desencaja la mandíbula al llegar. En España, este concepto definitivamente no existe. 

Esto es un parque para perros... y lo demás son tonterías

El Parque, que abre desde el amanecer hasta que cae el sol y es de entrada gratuita, consiste en, básicamente, cuatro áreas diferenciadas: un parque vallado para perros de talla pequeña, un parque vallado para perros de talla grande, un parque vallado con columpios para niños y una zona con mesas de picnic, lavabos públicos, máquinas de vending y área de lavado para perros. En total, son más de 30 mil metros cuadrados inmaculadamente limpios al servicio de las familias y sus mascotas. 

Panorámica de la zona de perros pequeños... la de los perros grandes es igual
Zona infantil con columpios y aparcamiento de patinetes y triciclos
Las zonas para perros propiamente dichas son espectacularmente grandes para que puedan correr sueltos a sus anchas y se entra a ellas por una doble verja (para evitar escapes). Dentro, hay bancos a la sombra de los árboles para los dueños y mucho, mucho césped -perfectamente cuidado- para los perros, además de las papeleras con bolsas y fuentes de agua para que beban caninos y humanos. 

Pancho bebiendo un poco de agua

En la puerta de cada una de las zonas hay unas normas de uso y la medida que tiene que tener tu perro para poder entrar al parque de los grandes o los pequeños. Y, por último, dentro del parque hay 3 personas contratadas para estar pendientes de todas las áreas y evitar peleas entre perros o asegurarse de que los dueños recojan los excrementos. 

Pancho "midiéndose" antes de entrar

El área de lavado de perros consiste en varias zonas valladas, cada una con su manguera, en las cuales puedes bañar tú mismo a tu perro. Basta con traer el champú, un par de toallas y te llevas de allí a tu perro limpio y reluciente. 

Aseos y entrada a la zona de lavado de perros
Lavadero de perros
Me quedé fascinada con este lugar. Acostumbrada a los parques para perros de Madrid, escasos (que yo conozca, sólo están las zonas acotadas dentro del Juan Carlos I, la del parque de El Retiro y un área en el Manzanares, dentro de la ciudad) y tristemente pensados (cercados de madera que sólo evitan el escape de perros grandes, una sola fuente dentro del recinto, las bolsas suelen escasear en según qué zonas, el terreno siempre es de tierra que se embarra cada vez que llueve...), a mi este lugar me pareció el cielo canino. 

Y he visto que hay más de media docena de parques similares a este sólo en el condado de Miami-Dade. Así que Pancho va a tener suerte... y yo también. 

domingo, 27 de julio de 2014

No hay huevos

Dentro de la Humane Society of Greater Miami, hay un centro veterinario. Sus servicios se dividen en dos áreas: la parte dedicada a los perros que, posteriormente, serán adoptados y, por otra parte, existen unos servicios de bajo coste para las familias que ya tienen un perro y quieren gastar lo menos posible en el veterinario.

Cada vez que entra un perro o un gato nuevo en el refugio, pasa por el hospital. Se le examina, pasa por un periodo de cuarentena para evitar que contagie enfermedades al recinto donde están el resto de perros "adoptables" y, lo más importante de todo, se le castra o esteriliza. Hasta aquí, todo normal: la mayoría de los refugios y protectoras en España, a día de hoy, también hacen esto mismo.

La diferencia está en los particulares. Quiero decir, en la cantidad de particulares que llevan a sus perros y gatos a someterse a la cirugía necesaria para no poder criar con ellos. En la Humane Society, los precios son imbatibles: cobran unos 30 dólares por cada esterilización / castración de perro y tan sólo 15 dólares en el caso de los gatos.


Creo recordar que yo pagué unos 200 ó 300 euros por cada una de las esterilizaciones de mis perras (que es, aproximadamente, lo mismo que te cuesta aquí en una clínica privada), y entiendo que el coste de esta cirugía pueda suponer un freno para aquellos dueños que no estén 100% convencidos. De ahí que existan este tipo de campañas: evitando la excusa del alto coste, consigues que más dueños se animen a esterilizar a sus mascotas.
De esta manera, en una misma mañana se pueden operar a más de 50 perros y gatos en la Humane Society, contando con tan sólo 2 veterinarios.

Porque, aquí, la gente está mucho más concienciada de que la esterilización es la mejor opción. Según llevas a un cachorro por primera vez a la consulta del veterinario, ya te van informando de lo que te costará operarle, independientemente de que sea macho o hembra. Si no eres criador profesional, es la opción más responsable, evitando que tu perro genere más cachorros que puedan ser abandonados o, lo que es lo mismo, vendidos o regalados a familias que terminarán queriendo deshacerse de ellos en algún momento futuro.

No me sorprende que, en España, la esterilización de las perras esté ampliamente más aceptada que la castración de los machos. Aún quedan muchos pensamientos retrógrados de dueños que se resisten a castrar a sus machos porque "les amariconas" o "no se pueden realizar en la vida" o "son menos machos". No, los perros no se van a sentir más realizados cruzándose una vez en la vida: son animales y su necesidad de aparearse responde exclusivamente a su testosterona. Castrando a tu perro macho, evitas que se escape, evitas que marque compulsivamente territorio, que aúlle o sufra por no poder seguir el rastro de una hembra en celo… Evitas también -en muchos casos- peleas en el parque con otros machos, y puedes incluso evitar algunos casos de cáncer en el futuro.

Las hembras nos lo ponen más fácil a los humanos ya que, esterilizándolas, evitas el incómodo celo que todas las razas (salvo el Basenji) tienen dos veces al año, con sus correspondientes inconvenientes para sus dueños: no puedes sacarlas al parque porque todos tus vecinos perros se vuelven locos, manchan y pueden estar irascibles. Además, muchas hembras "adoptan" juguetes después del celo, creando en su mente una preñez psicológica por la que pueden caer en una profunda tristeza y producir incluso leche en sus mamas. Esterilizando a tu perra antes de que esto ocurra evitas, en gran medida, el cáncer de mama, que es el tipo de cáncer más común en perros.

En el caso de los machos, no está tan claro que la castración evite tantas enfermedades y, encima, no tienen ese celo que suponga una molestia a sus humanos. Pero es una cirugía muy sencilla que rara vez supone complicaciones: ganan las ventajas respecto a los inconvenientes. Y, sobre todo, aquí se hace habitualmente por pura responsabilidad, sin pensárselo tanto, sin "sufrir" -como en España- por el devenir de los testículos de tu perro como si fueran los tuyos propios.

No por tener un perro macho muy bonito de pura raza es buena idea cruzarlo. Insisto, como siempre: dejemos la crianza a los profesionales. A aquellos que estudian las líneas genéticas y valoran si es conveniente, o no, reproducir a un determinado macho con una determinada hembra. A aquellos que pretenden mejorar la raza y no, simplemente, generar más cachorros "para quedarse con uno" o "para vivir la experiencia" o "para regalárselo a mi prima". Y, si no vas a criar con él, asegúrate de que tu perro no vaya a escapar siguiendo el rastro de una hembra en celo y la liemos. No por castrar a tu perro eres mala persona. Al contrario, puede que -sin saberlo- aportes tu granito de arena a la eterna lucha contra la superpoblación y abandono de animales. Pero, para eso, hay que asumir que, castrando a tu macho, no vas a provocar en él ningún problema de identidad sexual, ni va a ser menos macho por ello.  Y, en muchos casos, son los dueños los que no tienen huevos.


domingo, 15 de junio de 2014

Mya

Llevo más de tres meses siendo voluntaria de un refugio cercano a mi casa llamado Humane Society of Greater Miami. Para poder llevar puesta mi camiseta de voluntaria, tuve que pasar un curso teórico de formación de tres horas y, semanas más tarde, un curso de formación práctico de otra hora más donde me presentaron a los perros que allí vivían, uno a uno.

Elegí esta asociación porque es lo más parecido posible a un albergue canino. No existe, según sus estatutos, la eutanasia como control de población pero, por tanto, no aceptan a todos los perros. Para poder entregar voluntariamente a tu perro, has de pedir cita y ellos deciden si se lo quedan o no. Si hay espacio, suele ser bienvenido. Si no tienen en ese momento espacio, dan al dueño un listado de otros posibles refugios para que pregunte allí.

Es muy triste ver cómo la gente da a sus perros. Una señora de unos 70 años, el otro día quiso dejar a su perrita temblorosa allí porque "ladraba mucho". Al advertirle de que tenía que haber pedido cita y que tendría que volver otro día, se lamentó porque "tenía decidido que ya no volviese a casa". Lo que le pasó aquel día a esa perrilla, nunca lo sabré.

A pesar de que en la Humane Society tratan a los perros muy bien, tienen sus habitaciones limpias, con aire acondicionado y comida abundante, no deja de ser un refugio de animales sin hogar. A lo largo de estos tres últimos meses, la rotación ha sido increíble; hay -por suerte- muchas adopciones cada semana y muy pocos perros de los que conocí al principio siguen estando allí, esperando a ser adoptados.

Estos perros a los que nadie quiere, terminan siendo los favoritos de los voluntarios que, como yo, intentan darles más cariño sabiendo que es difícil que una familia se encapriche de ellos ese día.

Yo tenía una clara favorita: Mya. Cruce de Pitbull con Bull Terrier de unos dos años de edad, esa perra era pura energía. Al verme, daba saltos de más de un metro de alto con las cuatro patas, como si tuviese muelles en las almohadillas. Sabía sentarse, tumbarse y te daba la patita. Derrochaba amor por los cuatro costados y yo la regañaba: "Mya, eres muy bestia, así no te van a adoptar". No era consciente de su fuerza y podía llegar a hacer daño cuando su único propósito era llegar a besarte una oreja.

Mya necesitaba, urgentemente, un jardín. Yo era una de las pocas voluntarias que se atrevía a sacarla de paseo: tiraba mucho y se enfrentaba a todos los perros que, tras los cristales, la ladraban. Llegar al recinto cerrado donde la podía soltar al aire libre era una pequeña odisea. Mya era una perra poderosa.

En el parque, cerrado sólo para ella porque se llevaba muy mal con otros perros, no paraba de correr, perseguir muñecos y traerme la pelota. Mya necesitaba correr y desfogarse. Cuando caminábamos de vuelta hacia su habitación, Mya iba ya tranquila, desahogada, sin tirar de la correa.

Ciro, un voluntario que lleva muchísimos años en el centro, me comentó un día que estaba intentando encontrar casa a Mya. Las necesidades eran muy específicas: tendría que ser una casa con jardín vallado, sin ningún otro perro en la familia y un dueño deportista que la hiciese correr. No era fácil, pero parece ser que Ciro tenía una familia candidata en Ocala (a unos 400 km de Miami) y estaba ya moviendo los papeles para el traslado.

Pero, la semana pasada, ocurrió algo terrible. Alguien sacó al parque a Mya pero dejó, por error, la entrada al recinto sin cerrar. Y, un rato después, otra voluntaria sacó a Gorda -un cruce de pastor- al recinto de al lado. Mya no lo pensó dos veces y salió disparada a atacar a Gorda, que se defendía como podía, pero Mya tenía todas las de ganar: mucho instinto, mucha fuerza y una gran mandíbula.

Las separaron antes de que hubiese graves consecuencias y las llevaron al veterinario. A Gorda, para curarle las heridas del cuello. A Mya, para ponerle la inyección letal.

Ciro, antes de que tomasen tan drástica decisión, intentó frenarles. Mya no había atacado jamás a un ser humano y el hecho de que atacase a otros perros no era nada nuevo. Muchos perros son agresivos con sus congéneres, sin que esto suponga un gran problema a la hora de ser adoptados. Y Mya estaba a punto de ir a una casa donde sería feliz.

Pero no pudo ser. La Dirección del centro tomó la decisión de matar a Mya. Muerto el perro, se acabó la rabia. Y a Ciro le dijeron que lo viese desde el lado positivo, que Mya ahora estará dando brincos en el cielo, libre, como ella quería.

Yo hubiese preferido que Mya diese brincos en Ocala.

Ciro les dijo que no volvería por el refugio, que le habían decepcionado. Pero luego pensó en los perros -en todos los que allí están ahora- y volvió a pasarse a ayudar el sábado por la mañana. Allí me lo encontré yo, que aún no sabía nada de todo esto y acababa de ver que Mya no estaba. Fui hacia él, feliz, a preguntarle si Mya ya vivía en Ocala.

Así es cómo me enteré yo de la cruda verdad... así, ahora soy consciente de que, incluso en un refugio de perros donde se les salva la vida y se les cuida tanto, pueden ocurrir estas cosas. Hay vidas de perro que no valen nada, que generan más gastos y más quebraderos de cabeza de los necesarios. Vidas de perro que importan poco en general o importan sólo a pocas personas.

A Ciro se le empañaban los ojos contándome esta historia.  Y yo, este fin de semana, echo mucho, mucho de menos acariciar a Mya.