Ni el capitán Garfio, ni los niños perdidos, ni Campanilla.
Mi personaje favorito de Peter Pan ha sido, desde siempre, Nana, ese perrazo
con cofia y delantal que recoge, una y otra vez, el cuarto de juegos de los
niños.
Nana, mejor actriz de reparto en Peter Pan |
El instinto de protección del perro (aunque en unos está más
acentuado que en otros) es algo innato hacia sus cachorros. Y, en un perro
equilibrado, la llegada de un bebé a casa es todo un acontecimiento.
Por un lado, quien llega es un nuevo líder, alguien que, a pesar de su tamaño, ya tiene
autoridad sobre él o, mejor dicho, la tendrá en cuanto empiecen ambos a
interactuar. Por otro, es un “cachorro” indefenso que necesita abrigo, alimento
y protección. El perro es plenamente consciente de todo eso e intentará ayudar,
desde su posición, en todo lo posible.
Todos hemos oído historias de perros que velan por niños
pequeños, que duermen bajo la cuna y avisan de si el bebé llora en mitad de la
noche, o no dejan acercarse a extraños si el niño duerme, o se quedan quietos a
su lado para que el pequeño dé sus primeros pasos sujetándose en ellos. Algunos
perros son como Nana, de infinita paciencia, y se dejan meter los dedos en los
ojos, las manos en la boca, que les agarren las patas y el rabo… con
resignación. Pero cuidado, no todos tienen tanto aguante y, es más, hay perros
que no disfrutan de la presencia de los niños en absoluto y huyen de sus
trastadas.
Generalizando mucho, los perros grandes suelen ser más
pacientes que los pequeños, pero esto no es una ciencia exacta y, aunque
genéticamente un Pastor Alemán está más predispuesto a defender a su amo a toda
costa que un Carlino, siempre hay excepciones, así que en este post no hablaré
de razas. Todos son perros e, independientemente de su pedigrí, pueden darnos
grandes lecciones de humanidad y saber hacer.
En Carolina del Sur, EE.UU., un perro mestizo llamado
Killian ha sido noticia la semana pasada. Sus dueños, Benjamin y Hope Jordan,
contrataron a una niñera de 22 años para cuidar de su hijo de 7 meses… sin
imaginar siquiera que esa mujer podría maltratar verbal y físicamente a su
niño. Killian, el perro, fue quien les avisó. Pasados cinco meses de la llegada de la
niñera a la casa, el perro fue volviéndose más agresivo hacia ella, le gruñía y
ladraba cuando entraba por las mañanas y automáticamente se ponía delante del
bebé. Los dueños, viendo que este comportamiento era anormal en su perro,
decidieron grabar a escondidas lo que pasaba en su casa y lo que descubrieron,
os podéis imaginar, no fue nada agradable.
El final, sin embargo, es feliz. El bebé está sano y salvo. La chica ha sido condenada a
cárcel (de 1 a 3 años) y aparece ya en su registro este abuso a menores para
que no pueda volver a trabajar en nada relacionado con ellos. Y los padres sonríen, aliviados y agradecidos a Killian, quien ha demostrado ser mejor niñera aún que Nana.
Killian, su dueño, su protegido y la monstruo de la niñera |
Qué miedo. Yo como madre, paso puro terror al dejar a cargo de tu hijo a una persona desconocida, aunque le hayas hecho una entrevista digna de un mandato internacional, nunca te quedas tranquila. Viva Killian
ResponderEliminar