En Miami, EE.UU., la noche de Acción de Gracias, una chica paraba su coche para salvar a un perrito abandonado en la calzada. Dice que paró a recogerlo para evitar que lo atropellaran pero, cuando se acercó, se dio cuenta de que ya estaba malherido. Sin embargo, este perro tuvo mucha suerte, porque su rescatadora era veterinaria. Así que se lo llevó inmediatamente a la clínica donde trabajaba y le operaron de la pata fracturada en seguida. Una semana después, salían en las noticias locales para contar que el perrillo se estaba recuperando bien, que era muy tímido, que le habían llamado
Turkey en honor al pavo de Acción de Gracias y que, a pesar de que le faltaba aún pasar por otra operación (de la que se harían cargo ellos), buscaban adoptante para que el pequeño pudiese recuperarse en casa, con una familia.
En Oviedo, España, en el Puente de la Constitución, una perra abandonada fue encontrada por unos chavales en la calle. A pesar de tener una pata rota, la perra, a quien llamaron
Grifa, se los ganó con su dulzura, y el grupo de amigos decidió recaudar fondos para poder operarla. El vídeo lo dice todo:
http://www.hoy.es/videos/mas-noticias/nacional/2920411466001-grupo-ninos-consiguen-salvar-perro-atropellado.html
Para un perro, cómo cambia la historia según se cruce en su vida con una persona u otra... En ambos casos, estos animales han conocido las dos caras del ser humano. La cara del maltrato, del abandono y de la crueldad. A ambos lados del Atlántico, hubo alguien capaz de no parar el coche a pesar de haber atropellado a un perro. Hubo alguien capaz de partirle varios huesos a un animal a palos. Pero, después, también ha sido el ser humano quien les ha rescatado, curado y cuidado. Hubo una persona a quien no le importó ensuciar su coche de sangre para meter al perrito atropellado dentro. Y ese grupo de chicos está poniendo sus ahorros en una hucha para conseguir recaudar el dinero suficiente para que la perra se ponga bien.
Solemos decir que, rescatando a un perro, le damos una segunda oportunidad... Pero, muchas veces, son ellos los que nos la dan a nosotros. Pasan página, olvidan de lo que es capaz el ser humano y vuelven a confiar. Para el hombre, ese comportamiento no es tan común. De hecho, ahora que Nelson Mandela nos ha dejado, todo el mundo resalta que su capacidad para perdonar era lo que hacía de él un hombre asombroso. El ser humano tiene tanto rencor acumulado dentro que, a quien consiguió librarse de ello, le dieron un Nobel de la Paz.